Día 70



Cuando cumplimos años conocemos a más gente distinta a nosotros; como cuando salí del colegio de monjas y me enteré de que existían ateos maravillosos, pijos bohemios, punkis románticos y que yo era lesbiana.
Las revelaciones van viniendo con el conocimiento.
Otilia tiene 92 años, pero en el fondo yo sé que tiene 29 y que es amiga mía. La veo y se me llena el cuerpo de amor, y sé que es amor porque sólo me pasa con mi amor y con ella. Cuando la gente me explica por qué cree en Dios, y no es “porque algo tiene que haber”, dice que siente una presencia que le lleva de la mano, algo que hace que su vida tenga sentido, algo que le hace estar bien consigo mismo, que es el amor más infinito que hay… más grande… bueno pues eso es Otilia para mi. Tiene la suerte de tener esa edad y tener amigas con las que habla por teléfono todas las semanas, porque ahora están en el pueblo, que la siguen llamando Otilia y no yaya (como yo), y no porque estén en una residencia, sino porque sigue conservando amigas vivas de toda la vida, osea de 92 años.
Pensar en mi abuela me dan ganas de llorar siempre, ahora lloro sin parar al escribir esto. Mi abuela me crió, fue la primera en castigarme, la primera en premiarme, a la primera a la que tiré del mandil para que me diera algo de comer. Mi abuela siempre ha olido a perfume bueno y a guisos de amor. Una experta cocinera. Y luego me encuentro con la que me tenía que encontrar, con la misma con la que se encontró mi abuelo en una carta tirada en una trinchera junto a un compañero muerto en 1937. Yo por que sé que no podría empuñar una pistola, pero ella… ella siempre ha estado ahí. Ha sido una de esas mujeres que han estado en toda la eternidad para enamorar a pirados como mi abuelo y como yo… lo curioso es que no haya saltado la generación que repite el canon, sino que estén vivos para encontrarnos, para que me enseñen lo que llegaré a ser. Otilia siempre será la vitalista, la que esté encantada de estar rodeada de gente, la que cuide a Juan José, la que le entienda cuando se encierra en banda y no razona, la que le disculpe siempre, la que le de la mejor tajada en cada comida a la hora de repartir… la que le toque cada mañana y le zarandee para saber si está vivo, la que le grite y traduzca simultáneamente conversaciones por teléfono, que ella tiene con los demás, para que pueda oir todo, como podía hacer antes… ¿Ves como eres y serás mi Otilia? Aunque espero no quedarme sorda. Mi abuelo fue fascista y se quedó sordo… curioso. Y mi abuela fue de pueblo y ahora es de todos sitios, también curioso. Es Chabuca Granda, Chavela Vargas y Concha Piquer juntas, un aliño de experiencia de Adriana Varela, melancolía de tomillo de Edith Piaf, y todo ello cocido al baño María de Dolores Pradera… mi abuela es música, arte, literatura, política, diplomacia, religión… es todas las asignaturas de la vida, y ninguna le ha quedado pendiente.

Comentarios

Tesa Medina ha dicho que…
Eres muy buena narradora, llena de sentimientos, con talento. Consigues siempre inquietarme con lo que cuentas, y muchas veces emocionarme. He estado ausente y en este tiempo has escrito más que otras veces. Iré releyendo con calma.

Me gusta tu abuela, me gusta cómo lo cuentas y me gustas tú.

Un beso.

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