Día 67


Ni sed, ni agua, ni hambre, ni vino…
ya nada cabe en el alma.
Ni bares, ni cines, ni recitales ni conciertos.
Tan solo el desconcierto de esperar
una visita que me hace el médico
y otra que yo le hago a la estanquera.

Hay ruido en mi cama y calma en la calle.
Y mientras tanto,
beben los cosacos de la avaricia
y almacenan monedas los párvulos de las barras.

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