dia 95


Mientras todo transcurre y la existencia se discurre entre centollos y
habas recién peladas, suena el almuecín a ritmo de Michael Camilo y
Tomatito.
Y no hay nada más que hacer o deshacer... la vida frena su latido y
alimenta las miradas; se convierte en un pequeño quehacer fácil ajeno
a lo cotidiano, y todos los que pasamos y pasaremos por aquí nos
transformamos en anécdota futura para vosotros. Una de esas que sólo
perdura de boca hablada en oído virgen, con discusión obligada en el
"yo dije esto... no, no, tu dijiste aquello...".
Se delinean planes, se retocan matices y surgen ilusiones en forma y
alma de proyectos.
Las horas no tienen más sentido que el que inculca el sol y su halo
más sospechoso. Quedan comidas en el patio, desviaciones en el camino
oblicuo de la conversación y mucha menta en algún campo cercano y
desconocido.
También me queda recitar alguna poesía que sin duda acabaría rezando
algo así como "si el amor, como todo, es cuestión de palabra acercarme
a tu cuerpo fue crear un idioma."
Aquí he aprendido un idioma que nada tiene que ver con las palabras:
un salón que incita al baile, un colchón al amor y una cocina que
habla como el portero de la torre de Babel... el escenario perfecto
para la obra mejor escrita, la propia. Y lo más sorprendente es que
uno sólo piensa en comer. Safi.
En un patio de Asilah con el susurro del mar sustituyendo al Ipod.

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