Día 45


Grita hasta que se te hinche la vena y te duela la garganta.
Hasta que no puedas escuchar nada más que un hilo muy agudo cosido en tu cerebro.
Grita hasta que lo gritado pierda el sentido
hasta que todo se pare alrededor de tí
y eso sea lo normal.
Grita hasta que tu voz sea un eco en el universo
y te libere de todos tus miedos y dolores.
Pero grita. Grita por dios, o por lo menos,
di algo,
aunque sea que me odias.

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